En Tiempos de Aletheia

Del teletrabajo al psicólogo

En diciembre de 2019 saltan las primeras noticias sobre un virus que comienza a extenderse por China, más concretamente en Wuhan, el cual determinan que está causando numerosos casos de neumonía. A partir de ese momento comienzan los aluviones de noticias referentes a los contagios y países afectados, poco a poco vamos viendo cómo el virus se acerca a nuestras fronteras, lo que parecía tan lejano se va acercando. Vamos leyendo en las noticias cómo se van confinando los países, pero nunca pensamos que nos va a pasar a nosotros.

El 14 de marzo de 2020, el Presidente del Gobierno decreta el Estado de Alarma, llega el confinamiento. De pronto estamos en una situación propia de una novela de Stephen King. Lunes 15 de marzo, niños sin saber que hacer, llamada de la empresa notificando que se va a trabajar desde casa…, comienza a reinar el caos, pero tranquilos que solo será por 15 días.

La primera semana intentamos adaptarnos: la ansiedad y el estrés se apodera de nuestras conductas, pero nos repetimos “solo son 15 días y nos queda una semana”. Otra vez aparece Pedro Sánchez para comunicar que vamos a estar confinados 2 semanas más, más estrés y ansiedad: qué hacemos con los niños, ya no los podemos dejar con los abuelos, el curso, el trabajo, la casa, hacer la comida, nuestros mayores están solos, también hay que ocuparse de ellos… Casi me quedo sin respiración al escribir todas las tareas que hemos tenido que afrontar este confinamiento.

Para la gran mayoría de la población no ha existido una transición que nos permitiera adaptarnos a la situación, se ha pasado de un modelo de trabajo en oficina al teletrabajo sin unas pautas de cómo teletrabajar, siendo para muchos la primera vez que trabajaban desde casa. Hemos tenido que adaptar el sitio asociado a descanso y ocio a hacer la función de “sitio de trabajo”, lo que ha generado una gran angustia. Por no hablar de las dificultades técnicas de acceso a los recursos habituales de la oficina que dejan de estar disponibles, por ejemplo, las impresoras, los compañeros y superiores a quien consultar dudas, comentar el día a día, la resolución de los problemas informáticos y comunicaciones… Por otro, han desaparecido las comodidades que, por Ley, las oficinas están obligadas a proporcionar a los empleados, como un espacio de trabajo adecuado desde un punto de vista ergonómico (mesa, silla, monitor, temperatura en el puesto de trabajo..) cuando de repente nos encontramos trabajando en la mesa donde comemos habitualmente, en una habitación sin aire acondicionado, en el sofá… Cambiando totalmente el espacio y, por tanto, las condiciones psicológicas a las que nos enfrentamos en un día normal de oficina donde se está totalmente centrado en el trabajo, a otro escenario donde, además de tener que atender el trabajo, nos encontramos expuestos a otro tipo de interrupciones como pueden ser el cartero que llama al telefonillo, los niños danzando por la casa, sumando, así, factores estresantes sin que seamos conscientes de ello hasta que es demasiado tarde.

El teletrabajo o trabajo desde casa se ha visto siempre como una ventaja para el que lo desarrolla, ya que, en una situación normal, dispones de una flexibilidad de horarios y el tiempo lo gestiona uno mismo, por tanto, esto permite conciliar con los hijos y poder organizar tu vida de manera más efectiva, además conlleva un ahorro de gastos tanto de comida como transporte, etc. Así como un ahorro en costes de infraestructura para la empresa. Sin embargo, aunque esta forma de trabajar pudiera resultar un beneficio, en muchos casos ha provocado un gran impacto psicológico nocivo.

La incertidumbre, la angustia, el estrés…, ha ido creciendo a medida que se iba alargando el período de confinamiento. ¿Por qué algo que podría ser beneficioso se torna tan negativo para nosotros? La respuesta es obvia: las circunstancias que estábamos viviendo no eran las mejores para realizar un cambio en nuestras vidas. No obstante, después de 3 meses hemos acabado adaptándonos. Afortunadamente, el ser humano está diseñado para “tirar para adelante”, pero muchas personas continúan teniendo dificultades para llevar a cabo una jornada laboral de calidad sin que acaben consumidos por la ansiedad.

¿Qué hacer para mitigar o reducir esas dificultades?

  • Establecer rutinas. Levantarnos los días laborables a la misma hora, ducharnos, desayunar, utilizar el tiempo que usábamos antes como si fuéramos a irnos a nuestro centro de trabajo. Establecer un horario de trabajo que incluya algún descanso y la hora de comida. Los fines de semana y días festivos realizar otro tipo de rutinas, esto nos ayudará a no tener esa desorientación temporal que muchas veces hemos sufrido en confinamiento.
  • Elegir nuestro espacio para trabajar. Es muy importante que una parte de nuestra casa, aunque sea la mesa del salón, la personalicemos para trabajar, debemos asegurarnos de que tenga buena luz, si es natural mejor, y que este espacio solo lo utilicemos para medios laborales.
  • Desconexión. Una de las partes más importantes es saber desconectar. Cuando hablábamos de la ventaja del teletrabajo, una de ellas era la flexibilidad de horarios, este es uno de los puntos que no se ha podido cumplir en este período de adaptación por estar sometidos al período de confinamiento, no obstante, es muy importante cumplir los horarios disciplinadamente, ya que, en muchos casos, las personas tienen tendencia a seguir trabajando hasta altas horas de la noche.

Debemos tener en cuenta siempre nuestro bienestar y cuidarnos, hacer algo de ejercicio, llevar una dieta sana y disfrutar de nuestra familia y amigos. Esto nos aportará una salud psicológica óptima.

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