Existen personas que sufren ansiedad cuando tienen que afrontar un período de descanso laboral “forzoso”. Incluso ante la expectativa de una escapada de fin de semana, en lugar de disfrutar, esta situación les genera un estado de ansiedad que les hace sufrir, de tal manera que acaban encontrando la solución a su malestar, en la evitación de cualquier momento de descanso. Esas personas sufren de “ociofobia”.
La ociofobia es un temor exagerado a la idea de no tener obligaciones y de no tener que hacer nada concreto bajo presión. Este trastorno se hace más evidente en el período estival donde es común que cualquier trabajador pueda disfrutar de diez o quince días seguidos de descanso remunerado. Durante el resto del año, lo pueden disimular algo más aduciendo que les quedaron asuntos que resolver, de los cuales se ocupan durante el fin de semana. Su pareja, si la tienen, o su familia, suelen ser conscientes de que esa persona tiene un problema y lo acusan de estar “enganchado al trabajo” y de no pensar en los demás.
Socialmente es visto de una manera ambivalente, ya que se califica a estos individuos de responsables y perfeccionistas, en exceso tal vez, pero no dejan de ser cualidades que tienen una connotación positiva. Su familia o sus amigos añoran compartir con él más tiempo, y aunque esas quejas pueden acabar con su relación de pareja, pocas veces se detecta que es un trastorno que les hace sufrir. No es que disfruten tanto con su trabajo, sino que más bien se ocultan y protegen en él.
¿Qué tipo de personas son más propensas a sufrir de ociofobia?
Este tipo de personas son precisamente, las que suelen trabajar bajo un nivel de actividad intenso, que los demás califican de estresante, aunque ellos parecen disfrutarlo. Y es cierto que están estresados, pero esas jornadas tan demandantes de atención y actividad, les han llegado a generar una adicción. En sus características de personalidad se detectan rasgos de rigidez en sus creencias y valores, necesidad de controlar el ambiente y su autoestima está apoyada en la correcta ejecución de cualquier cosa que sea evaluable de forma objetiva. Consideran los períodos de ocio como una pérdida de tiempo. Tratan de anular al máximo sus emociones, a las cuales no saben cuantificar ni dar valor. La racionalidad está por encima de cualquier emoción. La racionalización es la distorsión cognitiva con la cual analizan y evalúan cualquier situación. Por lo que parece que hablen en otro idioma, ya que el significado que dan a las palabras es diametralmente opuesto a lo que el resto de personas asocian. Pondré unos ejemplos:
Palabra | Ociofóbicos/as | Emoción | Otras personas | Emoción |
Vacaciones | Pérdida de tiempo | Ansiedad | Descanso | Alegría/Relax |
Playa | No se puede ni leer | Frustración | Desconexión | Relajación |
Montaña | Sin cobertura | Aislamiento/
Ansiedad |
Silencio | Relajación |
Si en su personalidad existen rasgos narcisistas, añadiremos el desprecio que sienten por todos los que no compartan su forma de ver la vida.
Suelen ser valorados en el trabajo por sus superiores, si estos comparten esa misma visión. Se les considera como eficientes y se tolera su posible mal carácter como consecuencia de mantener un estado de estrés crónico. En el caso de que sus superiores quieran “abusar” de ellos, lo tienen bien fácil. No tienen más que alabar su trabajo y fingir el reconocimiento que tienen hacia él por su dedicación a la empresa para conseguir que aumente, si cabe, su rendimiento. En cierto modo, sería una forma de maltrato, aunque el sujeto con ociofobia no lo interprete así.
Cuando no tienen más remedio que tomarse días de descanso, intentan que sus vacaciones sean también activas, para sentir que están haciendo algo útil y que les compense el vacío que tienen. Organizan sus viajes casi al segundo, no permitiendo a sus acompañantes que puedan gozar de una hermosa vista o de momentos de no hacer nada que no sea sentir.
¿Cómo se les puede ayudar?
En la mayoría de los casos, hasta que no se enfrentan a una crisis personal grave, bien por una enfermedad de aparición brusca (cuadro de hipertensión arterial, un infarto agudo de miocardio o un ictus) o por una amenaza real de ruptura de pareja, no suelen reaccionar, ya que su egocentrismo les impide darse cuenta de que están forzando la máquina de su cerebro y de su cuerpo.
Las terapias eficaces suelen ser de larga duración, ya que si bien en un primer momento se centran en enseñarles los beneficios de la relajación y de la necesidad de practicarla de manera habitual, bien pronto aparecen los pilares en que basan su autoestima, y lo habitual es que deban cambiar alguno de ellos. Será necesario indagar acerca de la causa de ese vacío que sienten y que les atemoriza y, posteriormente, aprender a sentirse plenos y felices, simplemente de ser y no de hacer.
Estas personas suelen presentar poca adherencia al tratamiento, porque “siempre” tienen algo más importante que hacer. Es duro romper con el hábito de trabajar, como con cualquier otro, y muchas veces es el temor a enfrentarse a sí mismos lo que les crea ansiedad. Saben que si miran hacia su interior, tendrán que tomar decisiones sobre su vida que les resultarán muy duras, y eso duele. El terapeuta debe ser muy hábil para hacer ver al paciente que está avanzando, y que los pasos que da son buenos para él y para los que le quieren. Debemos conseguir que aprecie sus avances, al principio de la terapia, en función de su escala de valores (eficacia y eficiencia) y, posteriormente, que vaya incluyendo como valores fundamentales de su vida, otros más saludables para su salud física y mental como serían la felicidad, la tranquilidad, la plena conciencia, dejar fluir las emociones, la empatía y la generosidad.
Psicóloga y Escritora