En Tiempos de Aletheia

“Frida”: En ocasiones el accidente es la propia vida

“Espero alegre la salida y espero no volver jamás”, Frida Kahlo.

Tenemos que retornar a 2002 para rescatar Frida, un biopic de 123 minutos sobre la visión de la directora Julie Taymor, basado en el libro de la estadunidense Hayden Herrera, donde trabajaron en el guion Clancy Sigal, Diane Lake, Gregory Nava y Anna Thomas, sobre la vida de la famosa pintora mexicana. Contó con las nominaciones a los premios Oscar por su banda sonora, mejor maquillaje, mejor diseño de vestuario, mejor canción, mejor dirección artística, mejor actriz, llevándose a casa los dos primeros. Quizá Salma Hayek merecía más, porque pensar en Frida en el cine es pensar en Salma, no creo que nadie pudiera sustituirla en esta película hecha a su medida. No solo por el parecido y caracterización, sino por el talento de esta también mexicana, que no solo protagonizó la película, sino que fue una de las productoras de la misma.

Algunos críticos de cine han dicho que esta película no posee profundidad alguna en lo que se narra. Pero, a título personal, el hecho de contar con una dirección artística tan extraordinaria y de que Salma le preste la piel a Frida de forma tan elegante, para mí es más que suficiente, para hacerle un guiño. Es de valientes crear algo sobre la vida de Kahlo y la directora lo crea, para que los demás podamos recrearnos en su paseo de Dolor y Gloria por la vida de quién no transitó indiferente y sigue caminando con sus “Pies para qué los quiero si tengo alas para volar” de generación en generación, como un icono de mil colores. Frida era libertad, dolor y expresión artística. Era musa y diosa. Todopoderosa y mágica.

En un momento de la película Ashley Judd (Tina Modotti) reta a Diego Rivera (Alfred Molina) y a Antonio Banderas (David Alfaro) a beber, quien resista más el alcohol se gana un baile con ella y de pronto quien lo logra es Frida, así era ella, asumía retos ante miradas atónitas.

Ahora parece que escucho a Chavela Vargas cantando a Frida “La llorona” porque esa amistad tan profunda o lo que fuera, que surgiera entre ambas, en la Casa Azul fue muy diferente a lo demás y se lo llevaron a la tumba. Chavela aparece en la película y es, sin lugar a dudas, la estrella que no podía faltar.

“No sé que tienen

las flores llorona las flores,

del campo santo…

Que cuando las mueve el viento llorona,

parece que están llorando…

Ay de mí llorona, llorona, tú eres mi yunca ay de mi llorona,

llorona tú eres mi yunca…

Me quitarán de quererte llorona, pero de olvidarte nunca”.

Se trata de una película de postales, Diego Rivera (Alfred Molina) pintaba el mundo exterior, Frida pintaba el mundo interior, alguna vez se han preguntado si la Frida que conocemos hubiera esperado al siguiente autobús, quizá el dolor de un hecho así puede cambiarte el rumbo y hacer de ella un destino nuevo, un sino controvertido que incluso te salve de la muerte en vida, donde nace la artista que plasmó el dolor y el color como nadie. Ella decía que no podía perder el tiempo por vanidad, la evolución de Frida y, a la vez, su revolución, quien pintó también para sanar. Mi imagen favorita de la película –la tendedera con su vestido, mientras nieva–. Su obra era ácida y tierna, era vida y muerte, era profundidad y vacío, era vivir intensamente y llegar a ver su obra expuesta en México, aunque le costara su más que resentida salud. Si es que al final ella lo sabía, que la muerte rondaba su cama, para vivir eternamente y sentir en sus obras su columna rota y el venado herido. Una de las mujeres a quien más comprendí a través del arte. Vivió de forma intensa todo lo que le dictaba el corazón y a postales la película lo narra. Frida era quien sin decir nada, todo lo reflejaba, ese eterno ¡Viva la vida!”

 

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