En Tiempos de Aletheia

El ser humano se odia a sí mismo

El ser humano se odia así mismo y a las personas que le rodean, y tiene miedo a ser golpeado. Ya no es un secreto a voces, no es una sensación o una opinión personal, es una realidad contrastable e incontestable.

Acaso no nos hayamos encontrado tan cabizbajos en toda la Historia de la Humanidad. La gente se siente perdida porque ya no hay políticos fiables ni líderes, y mucho menos héroes que estén dispuestos a sacarnos del atolladero sin malversar o falsear a cambio de su gesto.

 

El ser humano malamente respira y sobrevive a base de esperanzas impuestas por un Sistema corrupto y arbitrario. Muchos miran a los ojos de su pareja y desconfían sin ni siquiera pensar por qué lo hace; otros echan un vistazo a la sociedad en la que viven con otras personas y se sienten abrumados ante la falta de ética y moral; hay también personas que observan su propio interior y no se encuentran con nada notable, para acto seguido avergonzarse de ellos mismos. Dios hace tiempo que ha muerto, por lo tanto, el individuo busca algo “superior” en su cartera, en las imágenes de Instagram, en el sexo ocasional, en la vida extraterrestre…, pero nada de esto logra llenar su vacío existencial.

 

Acaso el ser humano intuya o sepa que es malo por naturaleza, o al menos que lo ha sido. Así pues, va cambiando cada cierto tiempo de pareja, de amigos –que cree que realmente no lo son– y se inclina a amortiguar su escocida soledad con animales domésticos, dóciles casi por naturaleza. Es por esto que muchas personas, desde hace aproximadamente un par de décadas, han querido convivir con  perros y gatos, animales de compañía a los que ve como “personas fieles” que no les van a traicionar. Asimismo, por este y otros motivos, las parejas han tomado la decisión de no procrear, logrando con ello que España, entre otros muchos países del primer mundo, se nos presente como un país severamente envejecido por la falta de alumbramientos.

 

El ser humano no se fía. Ha visto cómo la especie a la que pertenece ha ido desgatando el ecosistema que le ha tocado en suerte, también ve como los líderes políticos han fomentado el engaño, las armas y las guerras por un puñado de dólares, por simple poder o simplemente por arrogancia. Muchos hombres y mujeres ya no ven normales actitudes que antes lo eran. Así es que conspiran, ya no se fían de casi ninguna noticia oficial, y creen que existen cientos de artimañas por parte de los gobiernos y las élites para acabar con la raza humana o con su bienestar social.

 

El ser humano, aún así, intenta resistir las embestidas de sus semejantes. Es por ello que acude al psicólogo o al psiquiatra para encontrar en dichos profesionales una vía de escape. Los ansiolíticos o los antidepresivos se han convertido en el pan nuestro de cada día. Estas pastillitas de colores ayudan a muchos a dormitar, a olvidar la realidad oscura donde residen de mala gana. Pudiera decirse, al analizar esta actitud, que un tanto por ciento bastante notable de la ciudadanía se ha dejado llevar totalmente por la desidia y el derrotismo, por el rechazo hacia sus convecinos, colocando un muro de ficción y de ruina entre ellos y las personas con las que cohabitan.

 

Acaso el siglo XXI sea recordado como el estoque final a la civilización de sumo consumo, una sociedad que no nos ha concedido la felicidad, por mucho que hayamos acumulado objetos de todo tipo, olvidando con ello la acumulación de sentimientos y sensaciones veraces. Los inicios del siglo XXI quizás sean rememorados en el futuro como una etapa de transición donde, al fin, un grueso de la Humanidad se cayó para levantarse con fuerza y así perfilar el mundo que le rodea y otorgarle –de una vez por todas– alas a la fraternidad y al amor propio y ajeno.

 

O dicho a la manera de Byung-Chul Han: “Nos autoexplotamos. No arriesgamos ni en el amor ni en la política puesto que no queremos ni herir ni ser heridos. No sabemos siquiera lo que queremos, porque las necesidades que percibimos no son las nuestras, sino las que generan la publicidad y el consumo”.

Esperemos que todo esto, poco a poco, llegue a su fin.

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