En Tiempos de Aletheia

Entrevista a Jorge Coira. Director de cine, series y documentales.

“La comedia del absurdo creo que es parte esencial de la humanidad, y menos mal, porque qué peñazo sería la vida sin ella.”

 

 

Jorge Coira (Lugo, 1971). Comenzó su carrera profesional a finales de los 90.

Tras los comienzos en cortometrajes como Mofa y Befa en Gran liquidación y O matachín; en 2004, estrenó su primer largometraje, El año de la garrapata.

Su siguiente película, 18 comidas, –estrenada en España a finales del 2010– recibió numerosos premios, siendo seleccionada en más de 30 festivales internacionales, y estrenada en salas en más de diez países de todo el mundo.

Ha dirigido series para TVG como, Terra de Miranda, As leis de Celavella, Padre Casares, Luci; y, de igual manera, en el ámbito nacional, El comisario, RIS, Pelotas, Sé quién eres. La última serie, Hierro, de Movistar y Arte France.

Otro de los terrenos en los que más se ha movido es el documental, con creaciones como Torre de Breoghán, ¿Qué culpa tiene el tomate? (estrenado en el MoMa en Nueva York en 2009), o Días de reparto.

En 2016, ganó el Goya a Mejor Montaje por su trabajo en El desconocido, de Dani de la Torre.

Recientemente, ha estrenado el largometraje Eroski/Paraíso, codirigida con Xesús Ron y en colaboración con el grupo Chévere (Premio Nacional de Teatro 2014)

 

 

 

-¿Quién es Jorge Coira? No hablo del director o guionista, hablo de la persona.

Soy un tipo que tuvo la suerte de tener por padres a dos personas tranquilas, sensibles, muy cariñosas, muy inteligentes y con mucho sentido del humor; soy también el hermano pequeño de seis de los seres humanos que más quiero y admiro en el mundo; soy el amigo de un buen puñado de gente diferente (de diferentes edades, culturas y formas de la vida); y soy el marido de la tipa más loca, divertida, inteligente y sensata que uno pueda imaginar. Así que, por ahí, todo bien.

 

-¿En qué momento de su vida decidió o sintió que quería ser director y guionista?

Con unos cinco años empecé a escribir cuentos cortos y, más o menos, a los once empecé a decir que quería ser director de cine y me puse a escribir un guión (que nunca acabé) titulado “El fantasma inquisidor”, una chorrada bastante importante que quería ser algo parecido a “El ángel exterminador”. Sí, estaba muy flipado con Buñuel en aquella época.

 

-Ha dirigido series, largometrajes y documentales, ¿dónde se siente más cómodo?, y ¿por qué?

Aunque adoro el documental (y me encanta volver a él, de vez en cuando) y siento una enorme admiración por los grandes documentalistas, claramente, estoy más cómodo en la ficción. Tengo la sensación de que a mí me funciona mejor porque me da una enorme libertad para explorar la realidad sin dañar a nadie. Al fin y al cabo, son personajes; puedes amarlos, odiarlos, temerlos…, y puedes vivir intensamente a su lado, pero una vez que se acaba la historia solo viven en nuestra imaginación. En el documental, la carga de responsabilidad ética es enorme. Debes ser honesto con tu propia mirada, pero hagas lo que hagas, siempre estarás tomando decisiones que pueden afectar a la forma en la que los demás vean a las personas sobre las que hablas. Y eso pesa mucho porque como espectador he visto documentales apasionantes y absolutamente necesarios, pero también alguna aberración ética salvaje, que hace daño a gente real.

Por otro lado, entre series y largometrajes creo que no hay ninguna diferencia esencial. En lo más profundo de ambos mundos, se trata de historias contadas a través del lenguaje cinematográfico. Todo es cine; literalmente, la escritura del movimiento. Y, en realidad, lo que marca la diferencia no es si la historia se cuenta en una estructura única de noventa minutos o si se hace en ocho episodios que sumen cuatrocientos. Lo que marca la diferencia es el nivel de ambición creativa y el equilibrio entre lo que se quiere contar y los medios disponibles para hacerlo. Si la historia es interesante y ese equilibrio existe, me da igual que sea una película pequeña, grande; que dure mucho o poco; y que tenga estructura episódica o no. Hasta hace poco era más habitual encontrar esa ambición y ese equilibrio en los largometrajes, pero desde hace décadas van apareciendo con frecuencia series maravillosas y, en los últimos tiempos, es obvio que la evolución es brutal.

 

-Cada vez más, la tecnología se instala a nuestro alrededor y nos obliga a un quiebro sobre nuestras costumbres. La pandemia ha acelerado las plataformas digitales. ¿Cree que eso traerá un cine meramente comercial, solo para consumir? O, por el contrario, ¿creará más posibilidades y más espacio para realizar buenos y grandes proyectos?

 

Me cuesta mucho apostar por un futuro concreto. No sé lo que pasará. Lo que sí sé es que el nuevo entorno tiene peligros y tiene milagros. Por un lado, el desarrollo tecnológico posibilita tanto la producción de obras en los márgenes de la industria como el acceso a ellas (ni en mis mejores sueños de adolescente habría imaginado nunca algo como Filmin); pero, al mismo tiempo, da la sensación de que se están generando enormes estructuras con mucho poder que pueden provocar una situación de oligopolio, algo que puede llegar a ser muy destructivo.

 

-¿Qué película o serie le hubiera gustado haber dirigido?

Infinidad de ellas… Apocalypse Now, Magnolia, El Sur, Caras y lugares, Manhattan, Los cuatrocientos golpes, Caro Diario, El verano de Kikujiro, Cosas que nunca te dije… The Wire, Happy Valley, Breaking Bad, Los Soprano, El día de mañana… Y podría seguir con mil más.

 

-Probablemente, la serie Hierro haya visualizado y dado mayor proyección a su trabajo, pero de todos los largometrajes, documentales y series en los que ha trabajado, ¿a cuál le guarda un especial cariño? Y ¿por qué?

Son varios a los que les tengo un cariño especial. Sin duda Hierro está en la parte alta de la lista porque fue una experiencia de una intensidad alucinante y porque fueron muchos años intentando sacar el proyecto adelante junto a Pepe y a Fosco. Pero también 18 comidas fue un proyecto muy especial para mí (una aventura muy loca que nos trajó muchas alegrías), o la serie As leis de Celavella, que era algo muy a contracorriente…, y, por supuesto, los primeros cortos que hacíamos Luis Tosar y yo cuando éramos unos críos. Eran unos rodajes muy amateurs en los que nos divertíamos como locos y aprendíamos a base de ensayo y error.

 

 

Hierro es una de las grandes series televisivas de los últimos años. Y muchos son los que se han quedado con ganas de más temporadas. Encontrar ese punto para dar por finalizado ¿ha sido difícil o la propia trama de la serie lo ha indicado? ¿Qué observa un director para darse cuenta ello?

No es tanto un análisis de “pros” y “contras”, o que observes algo concreto, sino algo más intuitivo y emocional. En este caso, la serie se desarrolla en un lugar en el que en teoría nunca pasa nada (lo que en realidad significa que pasan cosas humanamente interesantes todo el rato, pero que solo hay actos criminales de relevancia cada varios años) y, después de la segunda temporada, empezamos a sentir que plantear una nueva historia con los mimbres necesarios para volver a generar esas emociones en las que se mueve Hierro sería traicionar ese punto de partida. Y eso que implicaría una falta de respeto a la serie, a los espectadores y a nosotros mismos. Cuando hicimos la primera temporada lo único que nos planteamos fue hacer la mejor serie posible. Al acabarla, nos preguntamos si tendría sentido hacer otra temporada y la respuesta fue “sí”. Ahora hicimos lo mismo –centrarnos en hacer la mejor historia posible–, y nos planteamos la misma pregunta. Pero en este caso la respuesta fue “no”. Le tenemos demasiado cariño a la serie y a los personajes como para estirar la historia más allá de lo que sentimos que tiene sentido.

 

-Como especie ¿caminamos hacía una distopía inimaginable o a una comedia del absurdo?

Ya estamos en ellas. De lleno. La comedia del absurdo creo que es parte esencial de la humanidad (y menos mal, porque qué peñazo sería la vida sin ella); y, por otro lado, tengo la sensación de que desde que empezó la industrialización de la guerra y la masificación de la muerte de civiles –hace algo más de un siglo–, vivimos metidos en una distopía en la que, como síntoma de un problemilla bastante desagradable, siguen surgiendo con más frecuencia de la deseable algunos de esos supuestos líderes fuertes a los que no les tiembla la mano y a los que mejor sería que les temblase un poco. Y, a veces, da miedo. Bueno, y ya, este último año, es distopía pura. Como dicen en inglés, “what a time to be alive”.

 

¿En qué próximos proyectos está trabajando?

Ahora estoy en plena preproducción de un largometraje titulado Proyecto Emperador, un thriller escrito por Jorge Guerricaechevarría y con Luis Tosar de protagonista que empezamos a rodar en menos de un mes, y en el que nos metemos en el mundo de los agentes de inteligencia.

 

 

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