En Tiempos de Aletheia

Entrevista a Flavia Garrigós Cabañero. Africanismos y feminismos

(Almansa, 1990.) Licenciada en Comunicación Audiovisual, por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos por la Universidad Autónoma de Madrid.

Exsecretaria de la AEA. Miembro del Centro de Estudios Afrohispánicos de la UNED. También colabora como cronista desde hace algunos años para África Fundación Sur.

Acaba de publicar su primera novela de ficción, Contravenus, en la que no deja de lado la realidad social actual y la transforma en la pincelada de trasfondo que recorre la historia de sus protagonistas y su paisaje, haciendo partícipe al lector de los problemas actuales que nos atañen directamente, como son el machismo, la xenofobia o el racismo. Ahora mismo está trabajando en el Doctorado, su investigación se centra en la representación de los conflictos africanos en el cine estadounidense.

Hubo un tiempo en que Francia, Gran Bretaña, Portugal o España, de una peculiar manera, invadieron los territorios africanos y se proclamaron como los civilizados que fueron a “educar” a los salvajes. ¿Crees que esas heridas que se crearon todavía sangran?

Por supuesto que sí. Los europeos llegamos allí e hicimos auténticas barbaridades. Por la codicia, por la mano de obra y las materias primas, en ese momento, se llevó a cabo un proceso de adoctrinamiento psicológico para hacer sentir al africano como un animal, como un ser inferior. Si te someten durante tanto tiempo, ese trauma, esas heridas no van a sanar tan fácilmente. Además, hay que añadir que esa dominación no ha acabado. Se sigue ejerciendo presión, existe el endocolonialismo o colonialismo interno y el neocolonialismo al que se une Estados Unidos; sumado al anclaje narrativo respecto al continente en los medios occidentales, sigue habiendo ese paternalismo y esa idea de los africanos porque la narrativa que se ha creado desde países “dominantes” es difícil de eliminar. Muchos de los estereotipos que resaltaba Frantz Fanon en Piel Negra, Máscaras Blancas, ¡que escribió en 1952!, todavía continúan vivos. Y lo digo porque al estar casi la mitad de mi vida estudiando sobre África, he presenciado actos, he escuchado comentarios, he leído libros…, tanto de personas blancas como de personas negras, que vienen a demostrar la vigencia de las narrativas que expuso en su día este psiquiatra.

No hemos de hablar en pasado, creo yo. No nos hemos ido: los países occidentales y muchos de los dirigentes africanos somos como el águila del mito de Prometeo. Pero no vayamos también a caer en el paternalismo: no pondremos al continente como un ser encadenado porque, como en todos los lugares, con más o menos medios, hay movilizaciones, hay contranarrativas…; existen luchas para sanar esas heridas.

Y ahora, ¿consiguen hacerse escuchar las voces africanas entre estos gobiernos europeos que tan “afablemente” fueron a dar leccioncitas?

No. Por la existencia del neocolonialismo y el endocolonialismo, como he nombrado. No interesa. Pero no hace falta irse lejos para verlo. Los gobernantes están alejados del pueblo. En España también. Ahora supone una diferencia muchísimo mayor que en los años en que se realizaron los debates del Movimiento de Países No Alineados en la UNESCO, por ejemplo, pero la diferencia estriba en que nos hemos anclado respecto a África en concreto. No se escuchan las voces, pero es que tampoco dejan que lleguen esas voces; esto tiene que ver con la economía y la comunicación. Estamos en la “Era de la Información” como diría Manuel Castells, en la Sociedad del Conocimiento, a lo que Ramón Zallo añade “Desigual”. Desde la perspectiva de la Economía Política de la Comunicación, la convergencia a nivel empresarial, el infoentretenimiento, etc., llevan consigo que la información continúe fluyendo de Norte a Sur, porque son las empresas del Norte las que tienen alcance global o, mejor dicho, las invasoras. Y la información que se da en el Norte sobre África (no me refiero solo a noticias), la poca información que se da, está descontextualizada, se centra en los sucesos o está manipulada a conveniencia. Porque es cierto que a los poderosos les conviene que se desconozcan las realidades africanas y que los estereotipos persistan.

No obstante, y aunque quizá yo esté inmersa en estos temas, creo que hay movilizaciones sociales en el continente, y fuera de él, que dejan ver cada vez más que la narrativa oficial no es la primordial. La gente de a pie, tarde o temprano, se topa con las versiones no oficiales. Es decir, ya no es complicado intentar entender la situación y quitarse la venda de los ojos.

Desde la óptica de una persona blanca que habiendo nacido y habiéndose criado en Occidente, que ahora está en contacto continuo y directo con nuestros vecinos africanos, ¿podrías señalar cuáles son los tres problemas más graves y acuciantes que han de afrontar y encarar de forma inmediata las sociedades occidentales?

Tenemos que abandonar definitivamente el continente: lo que supone, abandonar también la hipocresía y dejar el amiguismo con los dirigentes que han cometido crímenes que los poderosos occidentales intentan ocultar a sus sociedades.

Tenemos que remodelar el sistema económico porque no beneficia a nadie, pero remodelarlo con la participación del resto de países. Ahora que expreso esto suena utópico, pero es que…, no funciona y cada vez se impone de una manera un discurso, con sus mínimas variaciones a lo largo del tiempo que, con fines económicos, hacen pensar que los países africanos no están “a la altura de…”, no “alcanzan a…”, como una carrera interminable. Y yo me pregunto: “¿alcanzar qué?” No seamos ilusos: si el resto del mundo se “desarrolla” como Occidente, nos cargamos el planeta en dos días. Estupendos los avances científicos, en medicina, por ejemplo, pero no con este sistema.

La educación es esencial, porque los dirigentes occidentales van a continuar la narrativa. La pregunta la has hecho haciendo referencia a las sociedades, por lo que creo que para llevar a cabo lo que he nombrado, debemos educarnos. Si no es de manera oficial, de otra manera. Por ejemplo, si en el instituto no te enseñaron la parte de la historia en común de Guinea Ecuatorial y de España, hay otras formas de encontrar la información y para nada me refiero a Internet. Hay que poner empeño y no dejarse llevar por el despiste que intentan crear a través de redes sociales, haciéndonos perder el tiempo con tendencias insustanciales y noticias falsas.

Y ¿cuáles serían en el caso de África?

Si soy sincera, con esta pregunta me siento un poco incómoda. ¿Sé yo de verdad qué necesitan los africanos a excepción de que les dejemos en paz, como ya he nombrado? Pero dejarles en paz, no darles de lado, lo cual solucionaría muchos de los problemas. Me estoy refiriendo a ir más allá de resaltar el tema de las enfermedades, de la pobreza, entre otros. Como he destacado, la información está ahí, hay teóricos africanos, activistas, movimientos ciudadanos, etc., que ya han planteado los principales problemas y que han ideado soluciones. Lo importante es conocer estas perspectivas porque yo, por ejemplo, no vivo en Malaui para saber qué es exactamente lo que necesita su población. Ni me creo, en verdad, con el derecho a decirlo. Recordemos, hablamos del continente en general, pero son cincuenta y cuatro países (más otros territorios no reconocidos), con sus comunidades, sus culturas, sus idiomas, sus historias… Desde mi perspectiva, solo podríamos generalizar en una afirmación: el sistema impuesto es el que no funciona, pero en ningún sitio.

A día de hoy, los pueblos africanos, entre otros, se ven obligados a emigrar ¿podrías comentarnos un poco este tema de la miseria de las fronteras?

Nuestro lado miserable fue tanto poner las fronteras como quitarlas cuando conviene. Pero eso no es algo que haga la sociedad. Lo que se debe entender es por qué ocurre esto. Las tácticas empresariales transnacionales por las que hablamos de globalización no entienden de fronteras. El Estado no tiene tanto poder hoy en día y las empresas son aves de rapiña. Occidente está implicado en esas guerras y en esa pobreza y debemos asumir las consecuencias. No podemos llegar, imponer un sistema claramente ineficiente, provocar y/o contribuir en las guerras por las materias primas, destruir el planeta por la forma de “desarrollo”, etc., y luego pretender que las poblaciones africanas esperen a que todo pase por arte magia. No. Una persona piensa en su vida y si es necesario huye y huye hacia donde cree que estará mejor. El “sitio mejor” es el discurso que ha vendido siempre Occidente. Es como lo del “sueño americano”: un discurso. Por tanto, hay fronteras en Occidente cuando conviene. Tenemos aporofobia. Y ahora no debemos acogernos al discurso que llega acerca de que las migraciones son beneficiosas para Occidente por cuestiones de población, pensiones, mano de obra… Eso es…, cómo diría, un insulto. Si es necesario debemos recordar nuestra propia historia migratoria y documentarnos para saber lo que sucede y por qué.

¿Está habiendo ya migraciones de tipo ecológico, derivadas del cambio climático, dentro de la propia África?

Por supuesto, y, es más, no implica solo a África. No soy experta en esto, pero creo que puedo poner el ejemplo de las migraciones de ida y vuelta, desencadenadas por muchos factores, pero uno de ellos son las sequías en el Cuerno de África, que traspasan el Golfo de Adén hacia Oriente Próximo. Este tipo de migración se encuentra también con las dificultades de otros conflictos. Por tanto, hay un movimiento constante. De hecho, parte de la población de países receptores de este tipo de migrantes, han migrado, (ojo) con los migrantes que llegaron, para huir de la guerra.

En tu libro, Contravenus, se trata el tema del hembrismo. ¿Podrías explicarnos en qué manera y medida el feminismo de corte blanco occidental está olvidando o no viendo esta otra problemática de las mujeres de otras comunidades como las tan variadas africanas?

Lo que me gustaría resaltar, en primer lugar, es que el hembrismo no existe. Crear un grupo terrorista en la ficción que quiera instaurar lo que he llamado cunnocracia es una forma de hacer ver que el machismo está tan incrustado en todos los aspectos de nuestras vidas, que ese discurso de algunos suena ridículo. Por ello, como es imposible de establecer, la cunnocracia es como un último sistema con el fin de exterminar, no de persistir, puesto que se necesitarían generaciones para invertir los roles. Supone una burla fantasiosa a esa película que se han creado con el tema del hembrismo.

Esa forma de decidir el destino de todas las mujeres es lo que se puede relacionar con el feminismo blanco. Por supuesto, llevado al extremo, porque para nada estoy haciendo un símil entre las mujeres del grupo terrorista y el feminismo blanco. Estoy resaltando el autoritarismo al que se puede llegar.

El feminismo blanco puede no ver más allá por la misma razón que hemos comentado antes: documentación. Decimos “problemática” y no me parece bien del todo porque se victimiza. Hay muchas sociedades en África con estructuras diferentes, hay microeconomías y acciones que llevan a cabo aquellas mujeres que no tienen que ponerse una camiseta para señalar que son feministas. Muchas prácticas son feministas, aunque no se las nombre como tal. También, hay teóricas africanas que han hecho propuestas muy interesantes, algunas de las cuales señalo en el libro. Si bien es cierto que me centro más en las perspectivas afroespañolas o de la España negra, como prefiera decirse, porque la novela trata sobre España, aunque el grupo terrorista sea internacional.

Creo que en lo que se ha pecado es en dejarse llevar por la narrativa de la superioridad: racismo. Es difícil ser autoconsciente. Hemos dejado que la narrativa de los hombres poderosos respecto al continente continúe en un movimiento que debe estar lo más alejado posible de ello, para poder trabajar, entendiéndonos lo mejor posible sin chafar a las compañeras de otras comunidades que sufren discriminaciones que no hemos vivido las blancas occidentales.

He intentado que mi texto abarque muchas perspectivas y he pretendido que lleve a la reflexión (sobre todo, a las personas blancas) e invitar a los lectores a buscar más información, hacerles ver que la hay y que indaguen para tener conocimiento de primera mano. Es decir, he enunciado determinadas perspectivas para afirmar que existen a los que las desconocen. Lo he hecho desde la novela para “picar la curiosidad”, por así decirlo, haciendo uso de mi privilegio, como se suele decir, como mujer blanca y para hacer autocrítica. Habrá personas, de cualquier comunidad, que puedan llegar a ofenderse; que crean que los planteamientos no están bien. Lo que yo creo tener claro es que se ha de estar en un proceso de aprendizaje continuo, que a cada cual le lleva su tiempo; es cuestión de querer. Yo obviamente quiero continuar aprendiendo. Por esa razón, considero estar en lo cierto si afirmo que tal vez dentro de diez años piense muy distinto si me releo, también porque estamos en otro nuevo proceso de cambio social.

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