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DEJAR ATRÁS EL PASADO

¡No mires hacia atrás! ¡Para superar esto debes dejar atrás el pasado y seguir hacia delante!

¿Cuántas veces hemos oído estas frases? Esta es una recomendación que se utiliza habitualmente tanto por terapeutas como por la gente en general, con la intención de animar a alguien que se encuentra en un estado emocional negativo tras una crisis, o bien para motivar al cambio a cualquier individuo que se queja continuamente de una situación en la que se encuentra enquistado.

No pensemos que esta actitud solo ocurre respecto de hechos negativos de una etapa anterior de la vida, sino que también nos encontramos a sujetos que a la menor ocasión nos vuelven a nombrar pequeños triunfos y metas alcanzadas veinte años atrás. Estos casos no suelen ser considerados como patológicos por parte de familiares y conocidos sino que se les suele etiquetar como de “personas cansinas” y que se regodean en lo que fueron, tuvieron o hicieron. Desde el punto de vista psicológico y conductual, es igual de perjudicial para su felicidad y su desarrollo personal que si mantuvieran abierta una herida dolorosa. Cuando nos preguntamos sobre la causa de este enganche sobre éxitos o experiencias interesantes vividas, hallamos cuatro posibles explicaciones:

¿Y cuándo cuentan esas emocionantes vivencias? Cuando un compañero de su misma generación, ante un grupo de iguales relata las anécdotas sucedidas en su último viaje, o las dificultades que tuvo que superar cuando corrió la última marathon la semana anterior, por ejemplo.

En el caso de que lo que ate al pasado a una persona sea el continuo recuerdo de una etapa dolorosa de su vida, una pérdida, sea del tipo que sea (personal, emocional o económica), el cual no le permita gozar del presente ni permitirse ilusiones o sueños futuros, sí es necesario sacarla de ese bucle infinito de nostalgia y malestar. Si en el párrafo anterior hablábamos de las causas que nos hacen revivir un pasado “glorioso” sin dejarnos avanzar, en el caso del pasado doloroso su origen es muy diferente. No pensemos que esa persona es masoquista y que, por lo tanto, disfruta con el dolor, aunque sí podría estar obteniendo lo que en psicología se denomina un “beneficio secundario” basado en especial por la mayor atención recibida por parte de los demás. Otra causa común es haber asentado como rasgo de personalidad tener una visión negativa de la vida que le ha tocado vivir como excusa perfecta para ocultar su poca o nula capacidad de esfuerzo. Un ejemplo de ello son las personas que de manera habitual expresan que no tienen fuerzas para enfrentarse a las dificultades cotidianas porque se han desgastado de tanto sufrir. Estas personas se suelen convertir en pequeños vampiros de energía ajena ya que continuamente están pidiendo ayuda para realizar actividades que son de su responsabilidad y de las cuales están sobradamente capacitadas de realizar.

En otras ocasiones, simplemente es que la persona sufrió un duro trauma en una época en que su autoestima no se encontraba en sus mejores cotas y no creyó en sí misma para superar ese dolor, por lo que es posible que el sentimiento de poca valía además se acompañara de culpa, bien de haber provocado la situación, imaginemos un divorcio, bien de no haber sido capaz de reaccionar a tiempo en el caso de una ruina empresarial durante una crisis económica.

Estando cargada de razón la propuesta de que se debe dejar atrás el pasado, resulta bastante difícil de ejecutar y concretar en una actitud positiva y proactiva. Voy a tratar de exponer unas pautas en las que, las personas que realmente necesitan dar ese cambio, se pueden apoyar.

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