En Tiempos de Aletheia

Muñecas (siempre fuimos jugantes)

Cuando uno habla de juguetes parece que, de manera inmediata e inevitable, viene al pensamiento la idea de bebés, infantes, nenes, prepúberes, adolescentes y demás categorías “ajenas” al mundo adulto. A nuestra generación precisamente se la acusa de infantilizada, pero cabe recordar en este preciso momento que en la Edad Media les nenes jugaban con aquello que heredaban de les adultes; es decir, eran estos últimos los que tenían juguetes, muñecas entre otros, y eran sus juguetes desestimados para uso propio los que pasaban a manos de les nenes. No estaba todavía estrictamente catalogada como tal la infancia, esto será algo propio de la exaltación categorial de la Ilustración y la Modernidad. Ahí será cuando se separe a les infantes como categoría radicalmente distinta a la de “personas pequeñas” que ostentaban en la Edad Media. Lo cual conllevará consecuencias, unas veces buenas, como la de que se les exima del trabajo poco después, y otras quizá no tan buenas, como puede ser el trato estupideizante que, a veces y ciertos adultos, les dan, como si no tuvieran conciencia e intelecto…

Queremos ahora hacer un inciso para hablar de las figuritas femeninas de restos arqueológicos, a este respecto señalaremos primero que Marija Gimbutas (famosa arqueóloga lituana) fue la primera en acuñar la idea de que las figurillas de corte femenino con estitogia (exceso de grasa) encontradas a lo largo de Francia, Italia, Centroeuropa y Rusia, datadas como rondando los 30.000 años aproximadamente, estaban relacionadas con una suerte de culto a la fertilidad femenina o a la Diosa Madre. Teorías que serían avaladas por Mircea Eliade, entre otros.

Pero estudios más actuales distan de considerar que esto sea cierto. En la entrevista a la etnoarqueóloga Almudena Hernando, en el programa de radio La linterna de Diógenes, se nos plantean otras posibilidades y argumentaciones en contra de esta teoría, o primera especulación, que tan gratamente fue seguida y pregonada por los simpatizantes de las corrientes New Age. De todo este revuelo de las “venus”, nacieron las teorías del matriarcado ancestral, cuando lo que se viene mostrando más probable es que no hubiera tales sociedades (no confudir con matrilinealidad) sino que en nuestros orígenes fueran bandas igualitarias de cazadores recolectores lo que estaba a la base de la organización social de les sapiens.

De primeras habría que diferenciar entre las figuras encontradas en el Paleolítico de las halladas en el Neolítico. Las primeras, que son las que se han venido llamando “Venus”, y que en realidad no se sabe qué son, presentan en sus formas no solo cuerpos curvilíneos, aunque sean estos los que más llamaron la atención y suscitaron esa posiblidad de teoría de la fertilidad exaltada, sino también otros tipos de cuerpos. Estas pertenecen a las sociedades que tuvieron que moverse por morar tierras afectadas por la época de la glaciación. Con este acontecimiento metereológico se produjo el que Europa se llenara de hielo y hubiera fuertes migraciones. Las nuevas teorías plantean que, al volver el calor y derretirse el hielo, es cuando aparecen estas figuritas, y que bien podrían ser símbolos para identificarse entre las sociedades, aunque esta es también una teoría no demostrable.

Ahora, con la entrada de nuevas miradas al estudio de lo divino y lo humano (dentro de lo cual encuadramos a les animales también), se van recreando contextos y surgen teorías de discrepancia con las nacidas del espíritu del naciente liberalismo que se fraguaba con la exaltación de la razón ilustrada (frente a otras peculiaridades sensitivas –no diremos humanas sino extensivas a más seres vivos– como la inteligencia emocional que ahora empezamos a recuperar en su valía). Entre otras teorías revisadas ahora, está esta de las figuritas como estatuillas religiosas o de culto. Así, hay quien se ha percatado del posible nuevo significado de estas figurillas: Cercanos a la comunidad Inuit (pueblos que habitan en las regiones árticas de Norteamérica), hay una serie de museos en los que este tipo de figurillas se presentan no como símbolos religiosos sino como simples y meras muñecas. Hay quien ya está estudiando detenidamente dicha posibilidad.

De barro serían también las muñecas que se hacían tradicionalmente en Onil y sus cercanías desde finales del siglo XIX hasta 1957. Dicho año, con la llegada del plástico y la dificultad que suponía para estas pequeñas fábricas la necesidad de modernizarse a este nuevo material, decidieron agruparse, y así se formaba FAMOSA (Fábricas Agrupadas de Muñecas de Onil, S.A.). De esta marca conocida por todos, surgían Nenuco, Barriguitas, Nancy, Jaggets, Pin y Pon y Feber, planteaban otro tipo de cuerpos, algunos de los cuales nos recuerdan a esas otras “muñecas” encontradas en el Paleolítico, estamos pensando en las conocidas Barriguitas.

Paralelamente, en otra zona del planeta, en 1955: Ruth Handler creaba a Barbie: la muñeca, rubia y millonaria, prototípica que nos viene a la cabeza al pensar en una muñeca; se inspiró en Lilli, un personaje de caricaturas de origen alemán enfocada para adultos. Lili, de cuerpo curvilíneo y actitud independiente, parecía sin embargo dispuesta a todo con tal de conseguir el éxito. La compañía alemana Houser decide lanzar al mercado dicha caricatura en forma de muñeca. Pieza de colección hoy en día. En 1957, Ruth, esposa del director de Mattel, le propone hacer la muñeca que ya habían propotipado. Parece que a su hija se le antoja cansado o aburrido jugar con las prototípicas muñecas bebé y prefiere jugar con muñecas de características más adultas. Mattel compra los derechos de la popular y sensual Lilli cuando esta llega a EE.UU. El nombre de Barbie se le dio en honor a la hija de Ruth. Fabricada en Japón, pintada a mano y con la ropa cosida a mano, nacía pues la conocida rubia millonaria de plástico.

En 1960 llegará la década de oro de Barbie. Posteriormente será sometida a cambios de color en su cabello para llegar a más público. En 1961 nace su compañero Ken. En la década de los 70, empieza a ser criticada por las posesiones materiales y por las proporciones irreales que tiene. Aún a pesar de las duras críticas, llegarán los 80 y no habrá niña que no tenga o desee tener una pieza de la colección. En la actualidad, Barbie sigue vigente.

Conclusión

Nos parece del todo normal y natural lo que le pasó a la hija de Ruth: ese papel de madre que ya se le asignaba desde bien pequeñas a las niñas, en cuyos brazos se depositaban bebés de plástico, le cansó, y quiso interesarse por lo que se “jugaba” en otra dimensión de las edades del ser humano. Es normal y natural también que no solo quieran jugar con bebés de plástico sino con todo tipo de muñecas, y no solo las niñas, también los niños; así como el que las niñas se sientan atraídas por juegos de construcción, balones de fútbol y muñecos superhéroes, y tampoco queremos dejar de repetir que hubo un tiempo en que los adultos teníamos juguetes, y que si ahora vuelve a darse el caso, es porque quizá siempre estuvo en nosotros la “categoría” de ser “animales de juego” (hay toda una teoría, la del homo ludens –hombre jugante–, en la que se establece el juego como a la base de la creación de cultura). Los cachorros juegan a todas horas, por ejemplo, imitan lo que contemplan en la caza de sus progenitores; en cuanto pueden llevan su bocado al cuello del hermano hasta que este último emite un alarido, maullido o grito, entonces se dan las variaciones en el juego; en el juego hay acuerdos, hay consensos. Tal vez es hora ya de que hagamos de la vida algo más jocare (juego) y menos tripalium (palabra de la que se deriva “trabajo”, que significa también “yugo de tres palos”). ¿Será el “juego limpio” la piedra angular de una fructífera convivencia? Parece que sí, así es que… ¡A jugar se ha dicho!

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