En Tiempos de Aletheia

LOS ASESINOS DESCONOCIDOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Puede parecer el argumento de una película de ficción, y, sin embargo, como en otras ocasiones, la realidad siempre ha producido la inspiración de la más cruel ficción. El cambio climático, y debido a ello, la descongelación de las capas más profundas del permafrost liberará virus y bacterias congeladas durante miles de años, que traerán enfermedades. Muchas de ellas desconocidas, y otras tan potentes y tan mortíferas que devastarán todo ser vivo a su paso.

Bajo el permafrost yacen cadáveres y yacen también sus asesinos. Asesinos tan minúsculos cuanto provistos de mortandad que no seremos capaces de verlos hasta que hayan cometido auténticas catástrofes. Se activarán y se expondrán a la superficie debido a la descongelación del hielo que lleva miles de años sin inmutarse.

A ciencia cierta, los científicos no tienen conocimiento alguno de lo que puede emerger. Sí queda claro, que los microorganismos asesinos que a lo largo de la existencia de vida en el planeta Tierra han llevado a la extinción a diferentes especies, se encuentran dormitando a la espera de que las condiciones climáticas sean las propias. Muchos de esos microorganismos traerán enfermedades que considerábamos erradicadas, y vendrán, probablemente, según algunos estudios, en su proyección más violenta. Otras, las que preocupan más a los científicos, vendrán sin historial alguno, y las primeras muertes, o los primeros cientos de miles de muertos, servirán de cobaya para la investigación y el posible control de las mismas.

Son muchos los científicos y expertos en la materia que han dejado claro que los virus no pueden ser erradicados del planeta Tierra, a lo sumo, pueden quedar desactivados en un estado invernadero, generalmente por congelación. Una prueba evidente fue el descubrimiento de un extraño virus de hace 30 siglos, de finales del Pleistoceno. Tiene el tamaño de una célula y fue descubierto por científicos franceses. Lo colocaron en un caldo de cultivo con amebas para activarlo. Al cabo del tiempo, el virus atacó y mató a las amebas. La demostración quedó clara: los virus y las bacterias bajo el permafrost no están muertos, solo esperan el momento oportuno.

Es evidente, y cada vez más, por los diferentes sucesos e investigaciones, que la posibilidad de contraer una infección de un virus “supuestamente erradicado” de hace siglos, debido a los efectos que producirá el cambio climático, es bastante real y factible.

Existen otros descubrimientos científicos sobre la desactivación que sufren los virus de las enfermedades debido a la congelación. En Alaska, en un cementerio, en el cuerpo de una mujer obesa, y debido al frío y a la grasa de su cuerpo, había conservado sus pulmones casi intactos. Dichos pulmones estaban infectados por el virus de la gripe española que mató a 40 millones de personas entre 1918 y 1920. Tras numerosas pruebas y ensayos, el virus causó la muerte en ratones y en embriones de pollo de una manera fulminante, con mayor velocidad que cualquier otra gripe conocida. Se ha demostrado que este virus se desarrolla a una celeridad vertiginosa en las células de los seres humanos. Y, aunque son muchos los médicos y científicos que han indicado que hoy en día la medicina actual posee medicamentos para controlar una posible epidemia de dicha gripe, la posibilidad de una pandemia no es ninguna locura. Son muchas las zonas pobladas que no albergan recursos, y muchos los seres humanos que sus organismos no soportarían las consecuencias del virus.

Debido a la descongelación han aparecido cuerpos completos de animales de épocas como el Pleistoceno. Y lo han hecho, con carne y melena, como si su muerte hubiera sucedido apenas unas horas. Son auténticas joyas para los científicos que pueden aportar mucho conocimiento sobre el pasado y mucha previsión sobre el futuro, pero también demuestran la posibilidad de que el deshielo y un estado climatológico favorable active virus y bacterias desconocidas.

Un caso bastante conocido, sucedido en 2015 en Siberia, hizo saltar las alarmas con la predicción que tiempo atrás habían hecho los científicos: “Si los microorganismos quedan atrapados en ámbar o en hielo, pueden despertar pasados miles de años”.

Una ola de calor sufrida en 2015 en Siberia que elevó la temperatura a 35 grados hizo que el deshielo sacará a la luz la carcasa de un reno muerto en la península de Yamal. Ello liberó esporas de Bacillus anthracis. El virus revivió y se extendió ese verano. Murieron alrededor de 2.300 renos y un niño, e infectó a un centenar de personas.

Nuevamente, las investigaciones y la información nos demuestran que los efectos del cambio climático no traerán solo el sofoco de las altas temperaturas y la huida tierra adentro debido a la elevación de los océanos, producirá otros de los que, probablemente, todavía no sepamos nada.

 

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