En Tiempos de Aletheia

El ángel (azul) de Marlene Dietrich

La noche del estreno de El ángel azul, los aplausos hicieron temblar las paredes del Gloria-Palast de Berlín. Marlene Dietrich, sin embargo, no pudo escucharlos. Se encontraba de viaje hacia Estados Unidos para trabajar con la Paramount Pictures. Durante la travesía le fueron llegando telegramas que daban cuenta de su inesperado éxito en Alemania. Aunque el veterano actor Emil Jannings era considerado la estrella del film, ella demostró tener algo especial, un ángel diferente asomado a sus ojos, esos que fueron descritos poco tiempo después del estreno con estas palabras: «Basta contemplar un momento los ojos extraños de esta mujer, su expresión profunda, reconcentrada, subyugadora, para comprender que nos hallamos en presencia de otra actriz extraordinaria, fuera de serie».

Marie Magdalene Dietrich von Losch nació en Berlín en un año que ella misma prefería ocultar. Recibió una esmerada educación que incluyó la música: aprendió a tocar el violín, pero una lesión de muñeca truncó una posible carrera profesional. Entonces se centró en los escenarios, debutando en el Teatro Alemán bajo la dirección de Max Reinhardt. Entre esa época y El ángel azul se sucedieron los papeles en el teatro y en diversas películas de cine mudo. En el aspecto personal, tuvo lugar su matrimonio con el ayudante de dirección Rudolf Sieber y, también, el nacimiento de su única hija, Maria Riva.

A finales de los años veinte, la productora alemana UFA apostó por el cine sonoro y se planteó la filmación de una película basada en la novela Profesor Unrat, de Heinrich Mann, el hermano mayor del también escritor Thomas Mann. Para ello contaría con la dirección de Josef von Sternberg, que ya tenía experiencia con el cine sonoro y con la vanidad del protagonista, el actor Emil Jannings. Él tendría el papel principal, el del profesor que arruina su vida por Lola Lola, una muchacha que canta en el cabaret El ángel azul. Sin embargo, el plan inicial dio un giro en las manos de Sternberg, quien apostó por una joven a la que había visto actuar en la comedia musical Dos corbatas. Fue él quien abrevió su largo nombre convirtiéndolo en Marlene Dietrich y quien construyó el mito de aquella actriz, llegando a exclamar «¡Marlene soy yo!». Ella nunca desmintió esa afirmación y, durante años, le envió postales donde le decía «sin ti no soy nadie».

Tras el enorme éxito de El ángel azul, Dietrich y Sternberg continuaron trabajando juntos en varias películas rodadas para la Paramount. En ellas se fue tejiendo esa imagen de femme fatale que había mostrado en el film anterior y, también, la de su ambigüedad sexual. En ese sentido, es mítica la escena de Marruecos en la que canta en un cabaret vestida de hombre y besa a una mujer en medio de la actuación, que termina lanzándole una flor a Gary Cooper. El nombre de Marlene Dietrich se relacionó con el de infinidad de hombres y mujeres, Cooper entre ellos, también Mercedes de Acosta, Ernest Hemingway, Greta Garbo, Orson Welles, Édith Piaf, John Wayne y un largo etcétera de rumores y verdades que solo conocieron bien sus protagonistas. Frente a esta parte de su vida existen otros acercamientos más íntimos, como el que reflejó el escritor Franz Hessel en el pequeño libro que publicó sobre ella cuando aún se estaba fraguando el mito. Hessel entrevistó a Marlene Dietrich en 1931, después del rodaje de sus dos primeras películas americanas, la citada Marruecos y Fatalidad. Conversaron en su casa de Berlín, en medio del cuarto de juegos de su hija. Señalando a la niña, Marlene Dietrich dijo: «si considera oportuno relatar a la gente cosas de mi vida privada, entonces, por favor, dígale que ella (…) es lo más importante, es la razón de mi vida». Sin embargo, la propia Maria Riva dio una versión diferente de la relación entre ambas, llegando a afirmar que nunca pensó en ella como una madre, sino como una magnífica actriz dentro y fuera de la pantalla.

Adolf Hitler quiso contar con la popular artista para el cine del Tercer Reich pero, lejos de aceptar la propuesta, Marlene Dietrich se convirtió en una importante activista contra el nazismo. Por tal motivo, Estados Unidos le concedió la Medalla de la Libertad en 1947 y, unos años más tarde, el Gobierno francés le otorgó el título de Caballero de la Legión de Honor. A partir de entonces, aunque continuó trabajando en proyectos de grandes directores como Billy Wilder (Testigo de cargo) y Orson Welles (Sed de mal), Marlene Dietrich se fue apartando progresivamente de la pantalla para centrarse en su faceta como cantante, convirtiendo en un clásico propio su versión de la popular canción alemana «Lili Marleen». Sus últimos años los pasó recluida en un apartamento situado en la Avenue Montaigne de París, escribiendo su autobiografía. No deseaba visitas: todos, salvo los más cercanos, debían recordarla joven. Aunque no era creyente, cuando sus ojos se cerraron en 1992, su ángel había alcanzado la inmortalidad hacía ya mucho tiempo.

 

Para saber más:

BONET MOJICA, Lluís. «El cine cierra su mirada más triste», La Vanguardia: Revista, 7 de mayo de 1992.

FERNÁNDEZ-SANTOS, Ángel. «Nace un mito». El País, 15 de mayo de 1986.

HESSEL, Franz. Marlene Dietrich, Errata naturae, 2014.

MARTÍNEZ, Luis. «Dietrich antes del mito Marlene». El Mundo, 4 de julio de 2014.

[REDACCIÓN]. «La Pantalla: Artistas en serie y artistas fuera de serie», Ahora: diario gráfico, 1 de enero de 1931.

ROMO, Luis Fernando. «Marlene Dietrich: andrógina, bisexual, antinazi y obsesionada con el paso del tiempo», El Mundo, 27 de febrero de 2020.

VALDÉS, Zoé. El ángel azul, Gedisa, 2008.

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