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Billie Holiday sings the blues

«Escuchar a Billie Holiday era una tristeza hermosa que daba ganas de acostarse y llorar de felicidad». Así describió Julio Cortázar el efecto que causa la voz de Lady Day. Lo hizo en su cuento “Siestas”, publicado en el libro Último round (1969). A Wanda, el personaje de Cortázar, le habían prohibido cantar esas canciones «porque Billie Holiday era negra y había muerto de tanto tomar drogas». Es cierto que la vida de Lady Day fue corta y difícil, pero también que nadie supo expresar como ella todo el dolor que se puede experimentar en una existencia como la suya.

En 1956, tres años antes de su muerte, Billie Holiday le dictó al periodista William Dufty su autobiografía: Lady sings the blues. En el texto se mezclaron verdades y fantasías llegando a un resultado tópico y explosivo, a pesar de que la editorial eliminó pasajes para evitar posibles querellas. El libro comienza así: «Mamá y papá eran un par de críos cuando se casaron. Él tenía dieciocho años, ella dieciséis, y yo tres». Eleanora Fagan nació en Filadelfia en 1915, fruto de la relación entre el guitarrista Clarence Holiday y la joven Sadie Fagan, que en realidad contaba con diecinueve años de edad. Sus padres nunca se casaron ni vivieron bajo el mismo techo. Fue una hija ilegítima que recibiría más tarde el apellido de su padre.

Cuando tenía diez años empezó a trabajar cuidando bebés, haciendo recados y fregando escaleras. Una de sus clientas fue Alice Dean, quien regentaba un prostíbulo cercano a la casa de Billie. Allí podía escuchar las grabaciones de Louis Armstrong y Bessie Smith en la vitrola de la sala de estar. Ambos fueron sus grandes referentes: admiró el sonido de ella y el sentimiento de él. Con esos materiales creó un estilo propio que no era el resultado del trabajo, de los arreglos o de los ensayos. «Si descubres una melodía y tiene que ver contigo, no hay nada que desarrollar. La sientes, sencillamente, y cuando la cantas los que te oyen también sienten algo (…). Dame una canción que me llegue y nunca significará trabajo», afirmó en sus memorias.

Además de la música, le gustaban los calcetines de seda blanca y los zapatos de charol (que no podía permitirse), así como las películas de la actriz Billie Dove, de quien tomaría el nombre. Aprendió a robar los calcetines y a deslizarse a gatas por la parte de atrás del cine para ahorrarse los diez centavos de la entrada. Un tiempo después se compraría sus primeros zapatos de charol, con un dinero ganado en un burdel de Harlem. Fue mientras vivía con su madre en ese barrio cuando ambas estuvieron al borde del desahucio. Según cuenta Billie Holiday, la noche anterior a la mañana en la que debían abandonar su casa, recorrió todos los bares de la calle 133 pidiendo trabajo. Cuando llegó a Pod’s & Jerry’s fracasó en su intento de que la contrataran como bailarina. Pero entonces el pianista del local le preguntó si sabía cantar: y claro que sabía. Lo había hecho toda su vida y jamás que pensó que su manera de interpretar Trav’lin’ all alone las libraría del desahucio.

En ese local, rebautizado como Log Cabin, fue donde coincidió con su descubridor, John Hammond. Cuando él la escuchó, el estilo de Billie Holiday ya estaba formado. Su sonido era similar al de la trompeta de Louis Armstrong o al del saxo de Lester Young, fraseando y permitiéndose libertades melódicas y rítmicas como las de ellos. Su gran amistad con Lester Young comenzó en una jam sesión: a partir de entonces se admirarán mutuamente. A él se debió que todos la conozcamos hoy como Lady Day (la unión de Lady con las tres últimas letras de su apellido), y a ella que él fuera llamado Prez. Su idea, en realidad, era darle un nombre importante, que estuviera a la altura de su relevancia. Según Billie, los reyes, condes y duques no eran nada en ese momento. El hombre verdaderamente más importante en Estados Unidos era Franklin Delano Roosevelt, así como para ella lo era Young: por eso lo llamó President.

Muchos opinan que la cúspide de su carrera tuvo lugar en los años treinta, cayendo a partir de los cuarenta en el estereotipo de mujer atormentada. Uno de sus temas legendarios es, precisamente, de 1939: Strange fruit. El final de la letra dice así: «Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos. / Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire, para que el sol la pudra, para que los árboles la dejen caer. / Esta es una extraña y amarga cosecha».

Lady Day murió de cirrosis a los cuarenta y cuatro años de edad en un hospital de Nueva York. Se encontraba bajo arresto por consumo de drogas y solo contaba con la compañía de su perro. Con el tiempo, muchos admiradores querrán tener datos fiables sobre ella, y en los años setenta una fan tratará de reconstruir su historia. Durante esa década, Linda Kuehl realizará unas ciento cincuenta entrevistas y acumulará todo tipo de datos con la intención de escribir la biografía más completa de la cantante. Sin embargo, no llegaría a culminar su proyecto. En 1979, después de asistir a un concierto de Count Basie, Linda Kuehl se suicidó. Su archivo, vendido a un coleccionista, será revisado por Julia Blackburn, quien recogerá el testigo. De todo el material de Kuehl, seleccionaría las mejores entrevistas que serían publicadas en el libro Con Billie. Entonces se supo que la vida de Holiday había sido aún peor. Inmersa en un mundo de violencia, prostitución, cárcel y drogas, su luz atrajo todo tipo de oscuridades. En cualquier caso, el mejor acercamiento a su realidad sigue siendo la escucha de sus grabaciones: toda la verdad se encuentra en su voz.

 

Para saber más:

AMIGUET, Teresa. «Billie Holiday, la trágica vida de ‘Lady Jazz’». La Vanguardia. 7 de abril de 2015.

AYUSO, Rocía. «Billie Holiday, una vida de abusos, malos tratos y drogas». El País. 2 de diciembre de 2018.

BLACKBURN, Julia. Con Billie. (Global Rhythm, 2007).

CORTÁZAR, Julio. Cuentos completos, vol. 2. (Alfaguara, 2004).

HOLIDAY, Billie. Lady sings the blues. (Tusquets Editores, 2010).

MANRIQUE, Diego A. «La vida perra de Billie Holiday». El País. 5 de agosto de 2007.

MANRIQUE, Diego A. «Billie Holiday: mito y realidad de una dama del jazz». El País. 7 de abril de 2015.

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