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Alguien nos recordará en el futuro: Safo de Lesbos

En 2014, un papiro egipcio del siglo III d. C. se convirtió en noticia. Para sorpresa de todos, contenía textos escritos por una mujer, Safo de Lesbos. Diez años antes habían sido descubiertos otros versos suyos, y es que de la vida y de la obra de esta poeta griega solo nos han llegado fragmentos, a través de los siglos, como si fueran mensajes embotellados enviados desde las costas que supieron de ella. Sabemos que para Platón, Safo fue la décima musa. Por Aristóteles nos consta que los habitantes de Mitilene la honraban «aun siendo, como era, una mujer». Taciano, sin embargo, opinaba que solo era una mujerzuela ninfómana y prostituida que cantaba su propia lujuria.

Safo nació en el siglo VII a. C. en la isla de Lesbos, cerca de la costa de Turquía. Su capital, Mitilene, era uno de los centros más prósperos de Grecia, y en ella las mujeres gozaban de cierta libertad, pudiendo reunirse en tertulias. La familia de Safo era de clase noble, como demuestra el hecho de que Lárico, un hermano suyo, tuviera el privilegio de escanciar vino en algunas ceremonias. Además, Safo fue exiliada a Sicilia, prueba de que la presencia de su familia en Mitilene debió de suponer un problema cuando llegó al poder el tirano Mírsilo.

En torno a ella se creó un círculo de carácter didáctico y cultural conocido como «la casa de las servidoras de las Musas». Se trataba de un grupo de mujeres jóvenes, pertenecientes a la aristocracia, que recibían formación relacionada con el ámbito doméstico y, también, en cuanto a las artes, especialmente la lírica, entendida como la unión de poesía y música. Dentro de este contexto tuvieron lugar relaciones eróticas que fueron objeto de burla, a pesar de que la homosexualidad no era infrecuente en el ambiente aristocrático griego. Aún así, cuando se producía entre mujeres, no era considerada de igual manera que cuando era protagonizada por hombres. Esto hizo que se extendiera la imagen de Safo como una poeta lasciva y ávida sexualmente que, con los siglos, cambió totalmente de dirección: la de una poeta que se suicida por amor a un hombre.

Desde la época clásica se hizo popular la idea de que Safo, despechada por su amor imposible hacia Faón, se arrojó al mar desde una roca de la isla Léucade. Sin embargo, no pudo ser así porque Faón era un personaje mítico: un barquero a quien Afrodita, disfrazada de anciana, le había concedido juventud y una extraordinaria belleza en agradecimiento por llevarla hasta la costa de Asia Menor sin pedirle nada a cambio. De alguna manera, se prefirió tergiversar la vida de Safo: se creó su imagen de mujer heterosexual, emparejada con Faón o con poetas masculinos (Arquíloco, Hiponacte, Alceo, Anacreonte) y suicida por amor. Esta visión, difundida por Platón y Ovidio, entre otros, llegó hasta el siglo XIX. En esa centuria, algunas escritoras románticas, como Gertrudis Gómez de Avellaneda, tomaron a Safo como referente. Ante la falta de datos biográficos concretos, vieron en ella un modelo de feminidad tierna y sensible compatible con los ideales estéticos de la época, y la leyenda que la unía a Faón fue un tema recurrente en las composiciones poéticas de estas autoras. Sin embargo, esto cambiará a comienzos del siglo XX con la cubana Mercedes Matamoros, quien nos mostrará una mujer menos abnegada y más dueña de sí misma en su libro El último amor de Safo. A partir de entonces, otras escritoras como Carmen Martín Gaite, Clara Janés y Alfonsina Storni la tendrán muy presente. Esta última, en un soneto dedicado a Rubén Darío donde le desea que sea recibido en la eternidad por un conjunto de figuras ilustres de la literatura, termina diciendo: «Y cuando Safo en hoja de papiro / rime tu bienvenida a su retiro / al margen improvísale un soneto». La poeta de Lesbos quedaba unida así a Verlaine, Poe, Gautier, Hugo, Dante y Horacio, citados todos en ese texto.

Safo escribió nueve o diez libros: unos diez mil o doce mil versos entre yambos, odas, elegías, epigramas y epitalamios. Estos últimos, realizados por encargo para bodas, implican, por tanto, un cierto grado de profesionalización. Otro aspecto interesante de su escritura es que hacía uso de un tipo de métrica particular que hoy es conocido como estrofa sáfica. Precisamente, ese fue el esquema utilizado en los últimos poemas suyos que nos han llegado, aquellos de los que tuvimos noticias en 2014. «Alguien, digo, nos recordará en el futuro», dejó escrito en otro texto. Quién sabe si el transcurrir de los siglos seguirá trayendo versos nuevos.

 

Para saber más:

ÁLVAREZ ESTEBAN, Manuel. «Se descubren dos poemas perdidos de la poetisa griega Safo de Lesbos». Red Historia. 30 de enero de 2014.

BOADA BENITO, Aitor (trad.). Safo (Ediciones Torremozas, 2020).

HIGGINS, Charlotte. «Sappho: two previously unknown poems indubitably hers, says scholar». The Guardian. 29 de enero de 2014.

LÓPEZ LÓPEZ, Aurora. «Safo como referente en las poetas hispanas de los siglos XIX y XX». Florentia Iliberritana: Revista de estudios de antigüedad clásica nº 8 (1997), pp. 221-241.

LUQUE, Aurora (trad.). Safo: Poemas y testimonios (El Acantilado, 2020).

MORILLA PALACIOS, Ana. «Mercedes Matamoros y Safo de Lesbos». Foro de Educación nº 9 (2007), pp. 279-296.

 

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