En Tiempos de Aletheia

Heidegger y la democracia

“Cada una de las posiciones políticas fundamentales se afirma en la proclamación de un ideal, es planteada una idea de la comunidad humana y su felicidad como norma de apaciguamiento y orden de lo real y con ello de su reorganización. Pero, por otra parte, esta idea es determinada como democracia, que adjudica al pueblo la posición determinante de poder… La apariencia democrática es suscitada por los gobernados de igual modo y sostenida como por los gobernantes; pues esta apariencia, de que el poder pertenezca a todos y sea distribuido a todos, mientras en verdad a nadie pertenece, surge de la esencia del poder, para cuya autorización todo dirigente queda solo como tal desconocido predominado, en cuya gestión el poder manifiesta y esconde peculiarmente su riqueza. Este encubrimiento de la verdadera tenencia de poder en la autorización de poder tan solo es verdaderamente hallable donde el despliegue de poder tiene carácter ya no solo político sino inmediatamente metafísico, en el despotismo y la dictadura” (Heidegger, 190: 222).

 

El artículo que proponemos debiera llamarse “Los conceptos heideggerianos y la democracia” pero por economía del lenguaje y por la síntesis provocativa, que encierran todos los autores y sus obras, a las que se les presta menos atención dado que para ello, es necesario leer y en todo caso, pensar, que a las acciones, por las que fácilmente, y siempre, fuera de contexto y en términos relativos, juzgamos a los que vivieron, poniendo palabras en un papel, lo dejamos de tal modo, haciendo la presente salvedad, para ufanarnos de otro logro que dejó de importar, como la honestidad intelectual.

 

Al preguntarnos, heideggerianamente, ¿por qué es la democracia y no más bien otro sistema? (re-versionando la pregunta que toma de Leibniz: “¿Por qué es el ser y no más bien la nada?”), encontramos valiosos conceptos que dan una idea acabada de la relación poder: política, democracia, maquinación y resistencia que podrían formar un pliegue de la perspectiva más política, desde lo filosófico, de un Martín Heidegger, ya juzgado (postreramente) por sus acciones, omisiones y concesiones en su vida particular, la cual, para demasiados, se transformó en lo más importante de su legado, ocluyendo esta posibilidad de seguir leyéndolo y, con ello, posibilitándonos pensar nuestro “aquí” y “ahora”.

“La posesión del poder es así, en general, retenida para el hombre y, sin embargo, tiene que haber tenedores de poder que conduzcan el juego del mismo en un espacio donde previamente toda reivindicación de poder ha sido ligada y no acaso solo apartada una validez de hecho de los singulares y de grupos. Tales tenedores de poder solo pueden ser pocos; pues únicamente los solo-pocos garantizan el homogéneo manejo de todos los medios presentes de poder, conducido desde un centro y vuelto a reunirse en él. Los solo-pocos posibilitan por adelantado también solo asegurar las posibilidades de nuevas e insospechadas formas de conducir la sorprendente realización” (Heidegger. Op. cit., p. 226).

 

La democracia ya pensada como estructura, dispositivo o formato que permita la dinámica del poder en cuanto tal, quedará claramente expresada.

 

“El poder no pertenece al pueblo, ni a un singular, tampoco a esos solo-pocos. El poder no tolera poseedor alguno… El poder domina en aras de la autorización de sí mismo en la esencia, es decir, la maquinación” (Heidegger. Op. cit., p. 228).

 

Diagnóstico, concepto de “maquinación” mediante, esbozará, a nuestro modo de ver, tímidamente un umbral de alternativa, de resistencia que será, como veremos, un regreso a su perspectiva más ontológica, pero vinculado al saber que será, para otros, una deconstrucción del mismo, como para los más heideggerianos un olvido de ese hacer como historicidad del ser, para dislocar lo absoluto.

 

“Los presagios de una historia en esencia otra exigen un saber de la maquinación que no la rehúya a través de ningún encubrimiento y con ello se encuentre en su inevitable dominio y no obstante la resista… la instancia de este estar en, acaece en el modo de un saber, que es más activo que todos los hechos al servicio de la maquinación porque, según su esencia, no requiere resultado alguno, sino que es lo que es en tanto es” (Heidegger. Op. cit., p. 230).

 

Creímos indispensable este aporte, de un pensador de la talla de Heidegger, que nos dejó visiones proféticas de cómo reduciríamos el fenómeno de lo humano, a lo actual y que lo pudo señalar casi un siglo atrás de nuestro acontecer.

 

“Cuando se haya conquistado técnicamente y explotado económicamente hasta el último rincón del planeta, cuando cualquier acontecimiento en cualquier lugar se haya vuelto accesible con la rapidez que se desee, cuando se pueda «asistir» simultáneamente a un atentado contra un rey de Francia y a un concierto sinfónico en Tokio, cuando el tiempo ya sólo equivalga a velocidad, instantaneidad y simultaneidad y el tiempo en tanto historia haya desaparecido de cualquier ex-sistencia de todos los pueblos, cuando al boxeador se le tenga por el gran hombre de un pueblo, cuando las cifras de millones de asambleas populares se tengan por un triunfo… entonces, sí, todavía entonces, como un fantasma que se proyecta más allá de todas estas quimeras, se extenderá la pregunta: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y luego qué?” (Heidegger, 2003/1935: 42-43).

 

Finalmente dejamos la siguiente reflexión de un autor que se propuso una vinculación parecida a la intencionalidad que nos motivo a la confección del presente artículo.

“Cuando Heidegger se volcó a impensar la metafísica, cuando sentenció que la ciencia no piensa, cuando concibió el lenguaje como la casa del ser en el sentido de que no hay escape del mismo, estaba andando caminos que mucho tiempo después recorrerían filósofos de la ciencia y epistemólogos…Creo que Heidegger nos habla todavía hoy, nos habla con acento de eticidad contándonos que no sólo nos concentremos en la objetivadora vista, que demos cabida en nuestro ser y actuar a la escucha atenta por la que la otredad entra en diálogo con la ipseidad. La escucha atenta es siempre escucha de narraciones constituidas como sentidos que se cruzan entre sí desde tiempos inmemoriales y que, en cada acontecer vital, se reconfiguran una y otra vez. Todo conocer se vuelve, así, tanto un reconocer como un reconocimiento del otro. La formación de un ethos democrático tiene aquí un buen punto de partida y otro mejor de llegada” (Seoane, 2020:13).

 

Francisco Tomás González Cabañas

 

Referencias:

HEIDEGGER, Martin (2003/1935): Introducción a la metafísica, tr. Angela Ackermann Pilári, Gedisa, Barcelona.

HEIDEGGER, Martin (2013): La historia de ser, tr. Dina V. Picotti C, El hilo de ariadna, Buenos Aires.

SEOANE, Javier B.: “Martin Heidegger camino de la democracia”. Revista Educab, nº 11, UCAB, Venezuela.

 

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