En Tiempos de Aletheia

La pregunta por la literariedad: “Lo que hace que un texto sea literatura”

Como en todo orden de materia, en esta existen diversas posiciones que han intentado respuestas a esta pregunta. Así, existen aquellos que hurgan en una respuesta de tipo lingüístico, otros que se circunscriben al texto, e incluso quienes consideran que el atributo de literaridad o literariedad, más que consistir en una calificación de un determinado texto, se relaciona con la naturaleza de la actividad literaria en general. Con todo, estimamos que lo peculiar de esta pregunta por la literalidad, es que incluso la pregunta misma ha sido objeto de polémica.

En efecto, contamos, entre los connotados detractores del hecho mismo de formularse la pregunta, a Rancière, quien la considera vana y hasta reprochable por carecer de sentido, aunque, en definitiva, haya dedicado una parte considerable de su obra en contestarla, como queda de manifiesto en su obra de madurez llamada “La palabra muda”.

Otros, como es el caso de Antonio García Berrío, quien en su completo estudio titulado “Literariedad, poeticidad (Gramática, pragmática, texto)”, afirma que existe una especificidad literaria poética de los discursos correspondientes y, a partir de la evidencia de una gran cantidad de experiencias de actos de lectura poética como lectura especial, se resiste a brazo partido contra los partidarios de borrar dicha especificidad, aunque reconociéndoles buenas razones para sostener su posición.

Con todo, cabe mencionar que, aunque existen obras literarias desde hace más de veinticinco siglos, no ocurre lo mismo con la pregunta por “lo propio” de la literatura, por la literaridad o literariedad –o también literaturidad–. De hecho, los primeros que se hicieron esta pregunta, fueron, en el marco de las ciudades de Moscú y Leningrado, los formalistas rusos, con Jakobson a la cabeza, quien llegó a afirmar que el objeto de la ciencia literaria – convertir la literatura en ciencia era su conocida obsesión – no es la literatura, sino la literaturidad, es decir, lo que hace de una obra dada, una obra literaria, con lo que derribaba la tradición imperante a principios del siglo XX de recurrir excesivamente, para definir el carácter literario de una obra, a los datos biográficos del autor, a la psicología o a la filosofía, en desmedro de lo propiamente literario.

Pues bien, ya que hemos traído a colación a uno de los iniciadores de debate en torno al concepto de literaturidad, no podemos dejar de señalar al lector, que la respuesta que Jakobson elaboró sobre el particular se relaciona con los procedimientos literarios, es decir, son éstos los que en definitiva marcan la diferencia entre lo literario y lo que no lo es, a tal punto, que el autor ruso planteaba que los estudios literarios, si deseaban alguna vez convertirse en verdadera ciencia, debían convertir a los procedimientos literarios en el centro de su preocupación y de su actividad. De hecho, Jakobson profundiza el estudio de estos procedimientos, aspecto que consideramos escapa a los límites de estos breves apuntes.

Volviendo a García Berrío, más cercano en la línea del tiempo (nacido en 1940), es de destacar que el referido autor considera que las razones para sustentar esta especificidad de la literatura que hemos denominado literaridad, se encuentran en el dominio estrictamente lingüístico, por lo que podemos clasificarlo entre aquellos pensadores que, aunque reconocen el carácter complejo del fenómeno, a diferencia de Rancière consideran legítima la pregunta por la literaridad y abogan por una definición lingüística de ella, considerando que se encuentra subsumida en el concepto de textualidad, con lo que la última instancia generatriz de la literaridad se sitúa real y teóricamente en el texto.

Por otro lado, para contar con otro punto de vista especializado, debo señalar que en el artículo titulado “La literaturidad”, de Jonathan Culler, a pesar de utilizar el término literaturidad en lugar de literaridad, alude al mismo problema que nos ocupa: la posibilidad de existir una característica propia, una cierta y peculiar particularidad que hace que una obra dada, sea literatura. En palabras de este mismo autor: “cualidades distintivas de la literatura”.

Pues bien, este autor de entrada nos llama la atención acerca de lo paradójico que resulta, por una parte, constatar la centralidad del concepto que él denomina literaturidad y, al mismo tiempo, que hasta ahora no se disponga de una definición al menos medianamente satisfactoria.

Es decir, podemos afirmar con firmeza, como señala Northrop Frye, citado por el mismo Culler en la obra antes citada, que, a pesar de todos los debates que desde los formalistas rusos en adelante se han planteado, a la fecha no disponemos de verdaderos criterios para distinguir una estructura verbal literaria de una que no lo es.

Ahora bien, resulta interesante que Culler nos grafique la diferencia entre un texto literario de uno que no lo es recurriendo al poeta norteamericano David Antin, y sus talk poems, textos que prescinden de todo tropo o giro retórico, tendiendo a reproducir la más pura habla coloquial, para ejemplificar aquellas obras literarias que en el momento de ser publicadas, en razón determinadas características sociales, históricas o políticas de la comunidad o sociedad en que nacen a la luz pública, no son consideradas literatura, aunque, como en el caso del ejemplo, posteriormente lo sean.

A partir de este ejemplo, mencionaremos a modo de conclusión de estas líneas, que Culler considera que carece de mayor interés examinar las razones sociológicas, históricas o políticas por las cuales en una época determinada se valore más a alguna clase de expresión literaria que a otra o que se considere literatura a alguna obra y a otra no, recomendando focalizarse en lo que Culler considera ser el aspecto más relevante en este debate acerca de la literaridad: que la comprensión, y eventualmente la definición de este concepto, más que importar para la determinación de si una obra es o no literatura o como criterio para identificar donde hay literatura, interesan mucho más como instrumentos de orientación teórica y metodológica, que saquen a luz los aspectos fundamentales de la literatura y que, finalmente, orienten los estudios literarios, promoviendo métodos de análisis que permitan avanzar hacia la comprensión del verdadero objeto de la literatura.

Finalmente, esperamos que, a lo largo de estas líneas, el lector al menos cuente con algunos elementos acerca del estado de la cuestión de la literariedad como pregunta fundamental de la literatura. Por nuestra parte, estimamos, a partir de los autores revisados, sin pretender esbozar una posible respuesta a dicha pregunta fundamental, que no parece ser recomendable circunscribir esa respuesta a un repertorio de procedimientos lingüísticos que, de estar presentes en un texto, nos permitan tener la falsa seguridad de que dicho texto es literatura, pues dichos procedimientos también pueden estar perfectamente presentes en textos no literarios (el mismo Jakobson afirmaba que podía haber aliteraciones en el lenguaje cotidiano). Tampoco parece recomendable avocarse a la búsqueda de explicaciones, por muy científicas que sean, acerca de las razones sociológicas o históricas que hayan motivado que en una época dada algo se haya considerado verdadera literatura. Antes bien, como el propio Jakobson sostenía, en este camino resulta preferible orientarse hacia un entendimiento del arte escrito como una función poética del lenguaje que se focaliza en el mensaje en cuanto tal.

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