En Tiempos de Aletheia

No llores, no estés triste, no te enfades

¿Cuántas veces a lo largo de la vida hemos escuchado estas palabras?

Desde muy pequeños si un niño nos quitaba un juguete nuestra madre nos decía: no te enfades, déjaselo hay que compartir. Si sufres una ruptura de pareja tus amigos te dicen: “tranquila, hay muchos peces en el mar, seguro que encuentras una persona mejor con la que compartir tu vida”, también en un fallecimiento, se acercan a darte el pésame y te dicen: “lo siento, te acompaño en el sentimiento, el tiempo lo cura todo, mañana será otro día, no llores, no estés triste”.

Todos estos comentarios sin darnos cuenta persiguen el objetivo de intentar pasar por eventos sin pasarlo mal, no sentirse mal y, en el caso de sentirse mal, que sea rápido y si es posible con anestesia. En esta ocasión hablamos de las emociones, esa sensación que hace que en situaciones tengamos un tremendo malestar o por el contrario hace que nos sintamos muy bien.

¿Qué son las emociones?

Damasio (2000) las define como respuestas químicas y neuronales que regulan el organismo para hacer frente a un suceso determinado, es decir, nos preparan para la acción. Aparecen de forma automática, de ahí la sensación de no poder “controlarlas”, luego explicaremos porque tenemos esta sensación.

Cuando hablamos comúnmente de emociones tendemos a categorizarlas como positivas o negativas, siendo las negativas: la tristeza, asco, ira, miedo y positivas: alegría y sorpresa. Como podemos ver solo mencionamos 6 emociones, las denominadas primarias.

De esas emociones primarias derivan emociones secundarias que os invito a explorar en El Emocionario. Ahí se muestran un total de 42.

¿Por qué es importante conocer las emociones que sentimos y poder etiquetarlas? Porque nos va a ayudar a saber que sentimos, a poder identificar en cada ocasión que nos está pasando y de la misma manera ponerle nombre.

¿Qué función tienen las emociones?

Las emociones, al igual que las pestañas o las cejas, cumplen una función en nuestro cuerpo, esa función es la de proteger. El tipo de función, que cumplen las emociones en este caso puede ser adaptativa, motivacional o social.

  • Función adaptativa. Nos preparan para la acción. Por ejemplo, si abrimos la puerta de casa y escuchamos un ruido, notamos que el corazón se acelera, nos ponemos alerta, nos preparamos para salir corriendo si lo que viene después amenaza nuestra supervivencia o cuando nos llevamos algo de comida a la boca y al olerla nos da asco, nos avisa de igual modo que la comida puede estar en mal estado. Aquí mostramos de una manera breve de como Paul Ekman esquematizó las funciones adaptativas correspondientes a cada emoción primaria:
  • Tristeza → Integración
  • Asco → Rechazo
  • Miedo → Protección
  • Alegría → Afiliación
  • Ira → Autodefensa
  • Sorpresa → Exploración
  • Función motivacional. Esta función es muy relevante, puesto que nos ayuda a establecer las relaciones sociales. De la misma manera la emoción nos impulsa y funciona como nuestro combustible, si estas alegre dispones de energía para realizar las actividades, si de lo contrario estas triste la tendencia es la de quedarse sin hacer nada. Según la emoción que estemos experimentando se tiñe el día.
  • Función social. Las emociones socialmente hablan por nosotros mismos, si mostramos tristeza las personas que están a nuestro alrededor lo detectan y prestan apoyo. De la misma manera nos ayudan a interaccionar y a vincularnos, por ejemplo, cuando alguien cuenta un chiste, te ríes mostrando alegría, puesto que te estas divirtiendo, algo que a su vez agrada, al contrario.

Es importante tener presente que las emociones forman parte de nosotros, conocerlas y saber gestionarlas. Aquí viene el punto que marcaba anteriormente con respecto a “controlarlas”.

La falta de comunicación emocional o la evitación hace que a la larga sintamos un malestar que no sabemos explicar.

En un porcentaje muy alto en la consulta de un+ psicólog+ encontramos esta problemática “no se que siento”, “no disfruto con nada”, “siento que mi vida es lineal”. La dificultad está precisamente en esta evitación a sentir las emociones “negativas” mejor llamadas desagradables. Haciendo honor a una profesional que admiro Lourdes Conde, las emociones pasan por un mismo canal, como si fuera una manguera, si pisamos la manguera por donde tiene que pasar el agua, la estamos cortando, y a la vez la estamos acumulando. Las emociones funcionan igual, si cortamos ese canal no pasa ninguna, ni las agradables ni las desagradables, pero se están acumulando. Es cuando se pueden manifestar como un ataque de ira, ansiedad…etc. O simplemente como comentaba antes, no disfruto de nada y me da igual todo, no siento. De ahí la sensación de no control.

 

¿Cómo podemos solucionar esta dificultad?

Os propongo algunas pautas que quizá pueda ayudaros en ese procesamiento emocional que a veces nos resulta tan complicado.

  • Lo primero y más importante es diferenciar las emociones y etiquetarlas, si no sabemos lo que nos pasa no podemos ponerle remedio. Para ello recomiendo “El emocionario”. (https://www.palabrasaladas.com/emocionario.html)
  • Prestar atención a lo que nos pasa a nuestra emoción. Pregúntate ¿Qué siento? En cada momento, cuando me levanto y miro por la ventana, presta atención a lo que sientes cuando el sol toca tu cara o lo que sientes cuando bebes ese primer sorbo de café en el desayuno. Etiqueta la emoción. Igualmente, con eventos importantes.
  • Al hilo del punto anterior y fijándonos en lo que sentimos en esas pequeñas cosas, tomamos conciencia de que efectivamente no solo hay seis emociones, sino que además cada una, la podemos vivir con diferente intensidad. Escribir un diario de emociones ayuda mucho a identificar cada una en cada momento, de esta manera tomamos conciencia que no es todo agradable o desagradable si no que hay muchos matices, a lo largo del día podemos pasar por todas las variantes.
  • Aceptar. Este punto tiene mucha importancia. Tenemos que ser conscientes de que cada vivencia viene con una emoción, para bien o para mal es lo que va a potenciar la vivencia. Si tenemos una ruptura de pareja tenemos que aceptar que nos sintamos tristes al igual que si nuestra hermana nos dice que va a tener un bebé y mostramos alegría. Si no nos molestamos en esconder una, tampoco tenemos que molestarnos en esconder la otra.
  • Validación. Hemos de ser compasivos con nosotros mismos en este punto, si hemos tenido un acontecimiento desagradable es normal y licito sentirnos tristes, enfadados o decepcionados. Debemos permitirnos sentir la emoción, darle un espacio en nuestra vida. Me centro en las emociones desagradables porque como he comentado anteriormente las emociones agradables están socialmente aceptadas y las mostramos. Las otras están aceptadas pero un tiempo limitado. Cuando nos encontramos en compañía de otros, la expresión emocional con respecto a las emociones desagradables es limitada, de ahí las frases: “mañana será otro día”, “el tiempo lo cura todo”, “hay muchos peces en el mar”, “no te sientas triste”, etc.

En resumen, las emociones forman parte de nuestras vidas, de nuestro funcionamiento. Déjalas estar, siéntelas, déjalas su espacio.

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