En Tiempos de Aletheia

Felicidad o sentido de la vida

Si observamos las últimas décadas, vemos que casi todos los indicadores de enfermedades mentales han subido. Han aumentado los casos de suicidios, de depresión y de ansiedad, apareciendo estas patologías en personas cada vez más jóvenes. Las conclusiones de los investigadores en los estudios acerca de esta crisis en la salud mental, destacan que las personas que las sufren no le encuentran sentido a la vida y que la causa de su sufrimiento no depende tanto de la ausencia de felicidad.

Cuando estamos con alguien que no se encuentra bien, tendemos a decirle: “¡Venga! Hagamos algo que te haga sentirte bien, que te haga feliz”. Pero el vacío que siente en su interior no se llena con un momento de “felicidad”. Las investigaciones indican que lo único que puede aliviar ese vacío es EL SENTIDO DE LA VIDA.

Muchas de las fuentes tradicionales de sentido en que solían apoyarse los cimientos de la humanidad como son la religión, la comunidad o los rituales, ya no se viven como tan necesarios en la actualidad. Las sociedades se han convertido en más individualistas y, por lo tanto, la gente tiene que averiguar por sí misma dónde y cómo saciar su necesidad de encontrar el sentido a su existencia.

El individualismo nos lleva a “buscar la felicidad”, convirtiéndose la FELICIDAD  en un concepto sobrevalorado ya que no rellena el vacío existencial que muchas personas refieren. De ahí que, a pesar de reconocer que tienen momentos y motivos para sentirse objetivamente felices, no lo son.

A lo largo de mi experiencia profesional como psicóloga clínica he terminado por distinguir cuatro conceptos que surgen una y otra vez en las entrevistas con personas deprimidas. Son el reflejo o la expresión de unas carencias que les impide ser felices o tener instantes de felicidad.

  • La pertenencia. Si bien la necesidad de pertenencia ya fue definida por Maslow en su famosa pirámide de las necesidades básicas del hombre, como el reconocimiento de formar parte de un grupo, la pertenencia hace referencia a las relaciones que mantenemos con otros seres humanos y, en concreto, a un determinado tipo de relación: en la relación en que te sientes valorado por ser quien eres de manera intrínseca, y en la que valoras a la otra persona por ser quien es en esencia. Este tipo de relación no tiene por qué surgir desde un principio, sino que se puede cultivar a lo largo de la relación. Esto se entrena durante las interacciones con ella, sintonizando con ella, escuchándola activamente y estableciendo una especie de conexión íntima en que ambas personas sienten que son escuchadas y valoradas por la otra. Las personas que se sienten ignoradas o ninguneadas, aunque sea de manera mínima, acaban expresando que su vida no tiene sentido porque no se sienten relevantes para nadie.
  • El propósito de vida. Es la parte del sentido que nos enfoca hacia el futuro. Sería como el objetivo que orientaría nuestra vida y que implica que sentimos que aportamos algo a los demás, expresado de otra manera, que tendríamos la seguridad que, al morir, dejaríamos algo de nosotros que haría que los que se quedaran se acordarían de nuestra presencia en sus vidas.

Supone la capacidad de ver que el fin de cada acción que realizamos va mucho más allá del resultado inmediato. Por ejemplo, si trabajas en una zapatería, al vender unos zapatos, hacerlo con la intención y, sobre todo, la conciencia de que con esa venta le vas a proporcionar a tu cliente, además de algo para ponerse en los pies, comodidad, bienestar por haber sido tratado con atención y cariño, a la vez que te sentirás necesario para la sociedad, ya que formas parte de algo que ella necesita. Si le damos valor a cada una de nuestras acciones, le encontraremos el sentido de realizarlas, y eso solo se consigue realizándolas de un modo consciente. El ajetreo cotidiano nos lleva a actuar en la mayoría del día de manera automática, sin prestar atención consciente y esto provoca, con el tiempo, una sensación de sin sentido a nuestra vida. Lo comprobamos en la cantidad de veces que oímos a ciertas personas que repiten que la vida no es más que “trabajo–casa “ y  “casa –trabajo” y eso no les deja ni siquiera disfrutar de su día de descanso laboral. Cuando por fin llegan a la jubilación, muchos de ellos se deprimen profundamente y acaban enfermando porque viven como la pérdida de la mitad de su vida el hecho de dejar de trabajar.

  • La trascendencia. La trascendencia tiene que ver con el sentimiento de estar conectado con algo mucho más grande que uno mismo y disminuir nuestra individualidad. La trascendencia nos llega de manera espontánea con el contacto con la Naturaleza como, por ejemplo, cuando observamos las estrellas y la inmensidad del espacio, cuando nos encontramos al borde de un precipicio o cuando sentimos la potencia del mar en un día de temporal. Ante estas circunstancias, nos vemos tan pequeños que logramos compararnos con la grandeza del mundo en el que vivimos. La conciencia de este pilar en el cual se puede apoyar la base de nuestra felicidad, también nos llega cuando participamos en un evento multitudinario como correr en una carrera popular, o en un movimiento social reivindicativo. Son situaciones en que nos damos cuenta de que, como individuos, somos poca cosa; pero, como grupo, podemos hacer algo grande, y ello nos produce satisfacción y un momento de felicidad.
  • La narrativa. Es la historia que nos contamos acerca de nuestra vida, de quiénes somos, de cómo hemos llegado a ser lo que hoy en día somos. Es necesario tomar conciencia de qué relato estamos creando y del tono en el que lo generamos.

Nuestra historia puede llegar a bloquearnos sin que nos demos cuenta y provocar que repitamos patrones de conducta que nos hacen sentir mal. Cuando alguien acude a terapia es porque ha reflexionado sobre su vida y ha descubierto que existen cosas que no encajan o que le hacen sentirse mal. Las personas que en la edad adulta siguen teniendo el hábito de escribir un diario tienen más conciencia de su evolución o incluso de sus bloqueos. Por eso en terapia se invita en muchas ocasiones al paciente a escribir a diario lo que siente o lo que le ha ocurrido para ayudarle a analizar lo que le impide sentirse bien.

Para concluir, quiero expresar que la búsqueda de la Felicidad va inexorablemente de la mano de encontrar un sentido a nuestra vida. Nos venden que la felicidad va unida al éxito, al bienestar, pero la realidad nos muestra que existen muchas personas que reconociendo que han logrado obtener todo lo que deseaban, porque consideraban que entonces hallarían la felicidad, se encuentran mal, se deprimen e incluso piensan en desaparecer de esta dimensión de la vida.

No todas las depresiones profundas son necesariamente producidas por un déficit de un neurotransmisor en el espacio sináptico. Profesionales de la salud mental o no, os reto a todos, como actores activos de esta sociedad, a esforzarnos a crear y mostrar los mil y un sentidos que puede tener la vida de manera que, cada uno de nosotros, encontremos el nuestro.

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